Amanecía en el olivo.

Amanecía en el olivo,

la aurora,

iluminando su nuevo día.

El sol,

con su suave rayito

lúcido e inocente,

besaba en silencio

al olivo y su belleza.

Un placer extraño,

el olivo sonreía

al beso de madrugada

y a los jilgueros

que trinaban al amanecer.

La tierra fértil

le murmuraba,

despertando su corazón.

A mediodía en el huerto,

el olivo  sombreaba,

suspirando al viento suave

y la tierra toda morena se ponía

con el sol de frente.

Al anochecer en el huerto,

con su melodioso canto,

los zorzales se despedían,

el sol lentamente se ponía

y el olivo se oscurecía.

Desplazamiento al inicio