Así nos llevaron
madre,
con ojos vendados
a un lugar
determinado
como otros tantos,
dejando
hijos, nietos y hermanos,
sin poder decir palabra.
En medio de la noche
negra y tenebrosa
nos llevaron,
dejándonos
en una celda
con camarotes
de hierro,
vestidos
en sangre, sudor,
angustias y lágrimas.
Así nos encontramos
en medio
de cuatro paredes,
con barrotes
y bajo llave,
con camarotes
y una manta,
en medio
de otras tantas,
con ojos vendados,
sin poder decir palabra.
Comida nos dejaban,
con el fin
de mantenernos
para la entrevista
de medianoche.
Sin poder
ir al toilette,
esperando el turno
todas juntas,
en fila
y observadas,
marchábamos
al retrete.
En camino
sentíamos
cadenas y gemidos,
¡qué triste realidad sufrida!
sin poder decir palabra.
Para la entrevista
de medianoche
todas pasaban,
como siempre
nadie se salvaba.
Entre ruidos, pasos
y risas,
entraban
en busca
de una de nosotras,
para hacerla cantar
entre dolor y angustia.
Escuché tu nombre
madre,
sentí
como te llevaban,
sin poder decir palabra.
Tus gritos
entre muchos
sin poder ayudarte
mi corazón
lloraba,
tus gemidos
llegaban
a mis oídos,
tu llanto,
a mi pecho.
¡ Qué tristeza, qué dolor!
encendía mi corazón.
¡ Qué triste realidad sufrida!
sin poder decir palabra.
Arrastrando
te trajeron
madre,
prohibido
era acercarme,
tus quejidos
sentía
entre muchos
sin poder ayudarte. à
Así pasaron los días
con entrevistas
de medianoche,
entre gemidos
y gritos de dolor,
nadie se salvaba.
Empeorando
tu estado físico
madre,
nos sacaron
de la celda
para llevarnos de vuelta.
A medianoche
con toque de queda,
nos dejaron
en una esquina,
no lejos
de nuestra casa,
donde
te esperaba
tu nieto recién nacido.