Víctor, el elefante

Su figura masculina

resaltaba con las miradas,

que le daban cada mañana

la curiosa sed infantil.

 

Su palacio escogido,

ya no tiene el bullicio

de sus querubines,

sino la soledad sin ellas.

 

La comida a sus ciertas horas

le tiene ocupado,

hasta la última hojita otoñal

que sacia su apetito.

 

La niña de los ojos azules

le mira en silencio,

pero su soledad

le oprime su corazón.

 

Pero sin embargo

tiembla con su mirada,

recibiendo una venia

¡qué alegría de verle!

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