Mientras la luna se retiraba a su aposento
la lluvia tenía unas ganas locas de caer,
el sol le impedía ya que estaba por salir,
enojado con un rotundo no le contestó.
La lluvia entristecida lloraba y lloraba
y con su pena una enorme nube negra
tapando al sol se formó
y dejó caer su aguacero.
El sol muy enojado entre sombras se quedó
esperando el siguiente día,
donde no tuvo más que secar
charquitos y fanguitos.