El paraguas sin nombre,
yacía en el paragüero.
Seguramente
lo dejó alguien olvidado.
Su sencillez
y su color
oscuro brillante
con flores plateadas,
arrebataba el vestíbulo.
Desprendía
un olor triste y melancólico,
ya que nadie lo reclamaba,
mis ojos se dejaron caer
en su silencio y en su sombra.
La alegría de su existencia,
ayer sin nombre,
me llenaba de gozo.
¡Qué alegría de tenerle
y cobijarme
bajo su cuerpo!
Afuera
el viento temblaba
y la lluvia lloraba,
decidida ya,
le cogí
para llevarle a donde sea
y cobijarme
bajo su nombre.