Ese hombre furtivo y majestuoso,
cazador de medio bosque,
¡qué ojos le ven ir y venir!,
un par de perros le acompañan
en sus diarias ceremonias.
Saltando piedras y lombrices,
en tierras de zancudos,
con pasos firmes y fuertes
avanza adelante,
entre árboles y matorrales.
Con su belleza de siempre,
¡que ojos le ven ir y venir!
animalillos y pajarillos,
en sombra y presencia
le sorprenden al instante.
Todo pasa y no falta
el ruidoso tren de cada hora
y así su presencia
en el día se pierde.