Árbol de la infancia,
testigo de aquellos días
hermosos de verano.
En ese lugar encantado
te vengo a cantar
sauce llorón.
Tú que escuchabas
cantar mis penas,
tus hojas mecías,
las que como agitadas alas
al viento suave bailaban.
Testigos de aquellos encuentros,
la luz divina, el viento
y los rayos de fuego
del astro rey.
En medio de flores y sombras,
jugabas haciendo ronda,
tus hojas siempre
vestidas de belleza natural
más hermosas a mis ojos.
Con mi llegada te mecías,
yo te amaba hermosura,
tus hojas acariciaba,
las que llenas de prosa
y trinos dulces,
por doquier se mecían.
Oh, sauce llorón,
los hay muchos
pero tú amigo mío
majestuoso bajo el sol dorado
de aquellas vacaciones de verano.
Con tus órganos abiertos eres único,
ondulando tus alas
a la inmensidad toda
cantabas radiantes tus penas,
y tus llantos de amor
a mi corazón llegaban.