A esa hora de la noche
solo el viento se sentía,
caminaba a través del sendero
que a mi casa me llevaba.
El silencio me sorprendía,
solo la luz de una estrella
en el camino se reflejaba.
La belleza de medianoche,
las voces del aire tibio,
el suave canto de un pajarillo
y su vuelo improvisado,
eran mis únicos amigos.
Pensando todo el tiempo
que a medianoche salían los demonios,
el paso apresuraba.
La plenitud de la tibia noche,
se repartía entre el silencio de la belleza
y el ruido interrumpido
de algún animalillo que pasaba.
Esa lujosa medianoche,
con su presencia solitaria,
con sus árboles y oscuros pájaros,
mis pensamientos me llenaban.