Sobresalía en el sendero,
aquella piedra,
que día a día,
ida y vuelta,
subiendo por la rampa
me indicaba el camino.
Taimada parecía
pero reina se sentía,
muchos ojos
la observaban.
Ya de noche,
un sueño la encendía
y la peinaba también.
Una pisada se escuchaba
y otras también,
por su lado
pasaban esquivándola
para no tropezar.
Rampa arriba,
día a día,
ida y vuelta,
y al fin y al cabo,
se repetía,
la pausa y el descanso.
Sentada
sobre su pecho
para hacerle compañía,
me distraía pensando
en el libro recién leído.
¡Cómo hueles piedra,
con tu olor
a hierba fresca
a tu alrededor!
Eres hermosa,
tu fragancia se mezcla
con la luz
del sol de mediodía.
Sentada
sobre ella,
esperando
para entregarle
mis sueños vividos
y mis secretos del corazón.
El sol me sonreía
y el aire olía a meditación.
Y con la luz melancólica
del estío de julio,
el cielo claro
y una pequeña brisa
iluminaba mis pensamientos.